martes, 15 de junio de 2010

El cantinero y la verdad




El era de por aquí, tenía un trabajo normal, una vida monótona, buen salario, lindo departamento, un gato, su televisor de LED, su computadora soñada, su carro perfecto, todo lo que alguien podría pedirle a la vida, pero aún así sentía que le faltaba algo. El se llamaba Lucas; sabía que su vida estaba incompleta, y el mismo no sabía lo que necesitaba para completarla... ¿Una relación quizás?

El era de por allá, nunca tuvo que levantar un dedo en su vida para conseguir lo que quería, sus padres, siempre amorosos, con sus trabajos y empresas millonarias le dieron todo capricho que el quería tener, al contrario de Lucas, que tuvo que trabajar para realizar sus compras y sus deseos, Mateo tuvo todo con tan solo mover la mano, y más. Mateo nunca ha tenido que trabajar, nunca ha tenido que estudiar, sus padres tienen tanto dinero que los bisnietos de Mateo, sean 2 o 15, no tienen que trabajar nunca. El si decidió estudiar, pura convicción y aburrimiento de estar sentado en su casa, bebiendo licor o comprando cosas. En sus estudios encontró algo que lo apasionaba y lo entretenía cuando lo necesitaba, pero aún así se sentía vacío.

Un buen día, Mateo y Lucas, quienes tenían unos cuantos amigos en común, del colegio de Lucas, de la carrera de Mateo; se encontraron sentados uno al lado del otro en una barra en la fiesta de cumpleaños de Laura, ambos estaban afligidos por ese vacío que todavía sentían, ambos se preguntaban cómo era posible tenerlo todo y aún así sentir que no tienen nada, ambos en silencio, tomando el mismo coctel, pensando las mismas ideas: Tengo un trabajo, tengo dinero, tengo amigos, tengo salud, ¿por qué soy tan infeliz?

Seguían uno al lado del otro, bebiendo sus cocteles, sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor, la fiesta era estupenda, todos los amigos de ambos estaban ahí, varios ambientes, varios Djs, uno que otro músico acústico, personas sirviendo, en fin, todo lo que una fiesta perfecta necesita, y en medio de eso, estas dos personas, están y a su vez no inmiscuidas en ella. Cada uno, totalmente adentrado en sus pensamientos, hasta que ambos, al mismo tiempo rompen el silencio, y hablan en coro: - Cantinero, por favor, otro...

Ambos volvieron su mirada a su compañero de al lado, por primera vez en toda la fiesta se dieron cuenta que había alguien a la par, y por el tono de voz que ambos expidieron, pensaron en que la persona a su lado podría estar igual de perdida que el. Se miraron el uno al otro mientras el cantinero preparaba los dos cocteles, el cantinero los observaba, curioso, llevaba toda la noche viéndolos beber su licor y perderse en sus pensamientos, como buen cantinero, puede leer bien a las personas y sabía que ambos tenían en mente la misma situación; este decidió romper el silencio.

- Saben señores, ustedes dos han pasado toda la noche en absoluta sincronía, han pedido el mismo coctel toda la noche, lo terminan al mismo tiempo y piden otro al mismo tiempo, cuando se mueven para comer el maní, lo hacen en sincronía absoluta, pero ambos están tan obsesionados con sus pensamientos que ni se dan cuenta de lo que tienen al lado; si me permiten la osadía de dar un consejo, por favor tómenlo... Salgan de sus pensamientos y hablen el uno con el otro, muy probablemente se ayuden a salir de ese vacío que veo en ambos de sus ojos.

Los dos jóvenes se quedaron totalmente impresionados de las sabias palabras de ese bartender que estaba con ellos, se volvieron a ver... Sus miradas, igual de vacías y de tristes, tomaron un brillo. Nunca antes habían visto un rostro más hermoso que el de la persona que ahora estaba a su lado, era perfecto, se veían en silencio, y una sonrisa surgió por la mejilla de ambos.

-Mateo, un placer
-Lucas, el placer es mío

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